NO AL 2x1 - Basta de domiciliarias a los genocidas! * SI NO HAY JUSTICIA... HAY ESCRACHE * A dónde vayan los iremos a buscar!

viernes, 19 de mayo de 2017

SEGUNDA audiencia del juicio a dos represores de la CNU La Plata

TESTIGOS DE LA BARBARIE

En la segunda jornada juicio a los represores Carlos “Indio” Castillo y Juan José “Pipi” Pomares cuatro sobrevivientes testimoniaron sobre tres operativos que las bandas de la CNU realizaron al amparo del Estado provincial amenazando, secuestrando, robando y asesinando. Todos coincidieron en ubicar a Castillo y Pomares con rol activo en esos operativos. El “Indio” adelantó que ampliará su declaración indagatoria en la próxima audiencia.

Por HIJOS La Plata
https://es-la.facebook.com/ HIJOS.LaPlata/


Al comenzar la audiencia Ana María Bossio, esposa de Leonardo Miceli, describió el secuestro y asesinato de su esposo ocurrido la madrugada del 20 de abril de 1976 en su casa de calle 122 y 70. Relató que esa noche un grupo operativo de la CNU secuestró y asesinó a su marido, cuyo cuerpo pudo recuperar posteriormente en Avellaneda. Dijo que todo comenzó cuando vio de madrugada que una persona buscaba el número de la casa con una linterna y aseguró que los que ingresaron a la casa fueron el “Indio” Castillo y otros dos más jóvenes con pullover color verde. “Mi marido regresaba de la Facultad. Estudiaba Ingeniería Química. Yo me encontraba en el dormitorio con mi hijo de un año y medio cuando irrumpen en casa, rompen la puerta de adelante”, dijo. A ella la pusieron boca abajo en la cama con su bebé, y logró escuchar que los represores se comunicaban entre ellos por Handy. En un momento dicen: “Móvil 1 a móvil 2” y “La orden es tirar el bulto”. Bossio relató que Castillo le gatilló un arma de espaldas y con su hijo en brazos. La banda estuvo media hora y realizó todo tipo de robos, mientras interrogaban a Leonardo por su trabajo y su militancia.
La testigo contó que en el mes de mayo del ’76 se enteró por los diarios la noticia de la detención de una banda “parapolicial” que realizaba robos simulando autoridad policial. Entonces se presentó en la Unidad Regional La Plata, done el comisario Marcelino Gómez le dijo que fuera a ver al comisario Lara a la Comisaría 8va, porque allí estaba detenida la banda. Una vez allí, vio que entre las cosas robadas había un cenicero que era de su hermano, Alberto Bossio, a quien también habían allanado. Alberto fue asesinado el 24 de noviembre de 1976 en la casa Mariani-Teruggi de calle 30 entre 55 y 56. Ana María dijo que el comisario de la 8va le mostró fotos de las personas detenidas, entre los que reconoció a Castillo y Pomares.   
El mismo día fueron secuestrados Carlos Sathicq y Horacio Urrera. Los tres cuerpos fueron encontrados acribillados en el arroyo Santo Domingo en Sarandí. Miceli y Sathicq eran empleados y delegados en la empresa Limpiolux, contratista de la entonces Propulsora Siderúrgica del grupo Techint para la limpieza de las instalaciones de su planta de Ensenada. Urrera era militante peronista, estudiante de derecho y delegado en Rentas, donde estaba enemistado con grupos de la CNU. En la instrucción de la causa el juez Manuel Humberto Blanco fragmentó los casos y pese a tratarse de un mismo operativo y con el mismo destino final, elevó a juicio solo el caso de Miceli.
La testigo afirmó que el diario “El Dia” de La Plata se negó a publicarle una solicitada de búsqueda de datos sobre Miceli, aunque pocos días después un periodista del diario le avisó que fuera  a la Comisaría 4ta de Avellaneda. De ahí la mandaron a la morgue del cementerio, donde finalmente encontró el cadáver acribillado de su marido.
Sobre el final Bossio aportó un dato llamativo. Ante la pregunta del presidente del tribunal sobre cómo supo que los que secuestraron a Leonardo eran de la CNU respondió que un tío suyo trabajaba en un cabaret de calle 7 y 70 (jurisdicción de la Comisaría 8va) adonde concurrían todas las noches los integrantes de la banda después de realizar los operativos y donde se repartían el producto de sus saqueos.


Luego llegó el testimonio de Adelaida Úrsula Barón, ex esposa de Daniel Pastorino y además amiga y compañera de militancia de Graciela Martini en la Juventud Peronista. Describió a Graciela como “una persona tierna y dulce” con la que compartía mucho tiempo como amiga y la militancia en el barrio Dumont de Villa Elisa.  
La noche del 3 de abril de 1976 Barón, Martini, Pastorino y Néstor Dinotto salieron a comer pizza a un local del centro de La Plata y charlaron de los preparativos del casamiento de Graciela y Néstor, este último estudiante de medicina oriundo de Bahía Blanca y militante de la JUP. Cuando regresaron en el Siam Di Tella del abuelo de Pastorino a la casa de los padres de Martini en City Bell observaron que había luces encendidas. “Graciela creyó que era su padre que había vuelto de trabajar, y pidió dar una vuelta más para que se acueste y no la retaran por llegar tarde”, dijo. Entonces las vueltas alertaron a dos autos operativos que esperaban a la vuelta, un Peugeot 504 y un Torino, que los persiguieron y comenzaron a disparar. Llegando a camino Centenario les averían las ruedas a los tiros y los detienen. La banda, que operaban todos a cara descubierta, les realiza un cacheo contra la pared y un simulacro de fusilamiento, mientras apartan a Graciela y le dicen “a vos te buscábamos”. Los cargaron a los cuatro en el 504 y os trasladaron a la casa operativa que la CNU tenía en diagonal 113 y 64. Barón dijo que dedujo que era ese lugar posteriormente porque se escuchan sonidos de gallinas y patos, propios del predio cercano de la facultad de Agronomía de la UNLP. Allí fueron torturados Martini y Dinotto dentro de una casa rodante metálica que había en el predio. Barón y Pastorino fueron interrogados por un integrante de la banda que les preguntó los nombres y como conocía al hermano de Adelaida le dijo mientras le acariciaba la cabeza: “¿Cómo se juntan con esta gente ustedes que vienen de una familia católica?”. Esa persona ordenó “A estos no los tocan. Los sueltan ya mismo”. Barón dijo que “esa caricia todavía me eriza la piel”.
La pareja Barón y Pastorino fue liberada en calle 2 y 32 de La Plata. Los encargados de liberarlos fueron Castillo y a quien Barón reconoció después como Antonio De Jesús Domínguez (alias “Tony”), también integrante de las bandas de la CNU La Plata. Martini y Dinotto aparecieron acribillados al día siguiente en el barrio Los Porteños de City Bell, con las manos atadas en la espalda y los rostros tapados con sus ropas.
Barón relató que con su pareja se fueron de La Plata para reconstruir su vida porque los asesinos de la CNU andaban libres y se los podía cruzar en la calle. “La pesadilla dura 41 años”, concluyó.


A continuación Daniel Pastorino, ex esposo de Barón y compañero de militancia de Martini y Dinotto, coincidió en su relato en los dichos de Barón y agregó varios elementos de cargo contra los acusados. Sobre la casa operativa de la CNU afirmó que en la instrucción de la causa realizó un reconocimiento del lugar en una gestión ante la secretaría de Derechos Humanos de la provincia y que supo que el lugar había sido asignado por policía al padre de Castillo, que había integrado la fuerza. La casa fue señalizada por la UNLP en marzo de 2016 que dispuso su preservación y la puso a disposición “hasta que la justicia se expida”.
Sobre el represor que decidió su liberación más tarde supieron que se trataba de Patricio Errecarte Pueyrredón, un ex integrante del Movimiento Nacionalista Tacuara (MNT) y que tenía una librería en diagonal ’80 de La Plata y proveía material ideológico a la CNU.
Sobre la participación de los imputados en el hecho afirmó que Castillo era el que comandaba el operativo y las torturas y Pomares estuvo presente en los traslados, el simulacro de fusilamiento y las torturas a Dinotto y Martini. Que en la época de los hechos ambos eran conocidos en la militancia local como asesinos de militantes y por romper asambleas estudiantiles. De hecho, ante pedido de la fiscalía, el testigo señaló a Castillo en la audiencia, que estaba sentado detrás de sus abogados: “Es el de camisa verde”, dijo. Ante esto las defensas de los represores se opusieron a la afirmación, pidieron su nulidad y acosaron al testigo preguntando cuándo había realizado reconocimientos fotográficos y que la característica física describiera a los asesinos. El tribunal decidió por mayoría la nulidad del reconocimiento, aunque dejó abierta la posibilidad de realizarlo con un procedimiento específico en otro momento.
Además, Pastorino relató que antes del hecho en cuestión ya había sufrido la persecución y encarcelamiento de su hermano, detenido en agosto del ’74 y un mes desaparecido con su compañera hasta fue legalizado en la Unidad 9. Señaló también que como trabajador de Astillero Río Santiago sufrió despido posterior al secuestro y sólo pudo volver a La Plata y recuperar su puesto en 2007 con la ley que ordenó la reincorporación de los perseguidos políticos.


En último término y tras una jornada extensa, Silvia Domínguez, hija del dirigente del hipódromo Carlos Antonio Domínguez, secuestrado y asesinado el 12 de febrero de 1976. Relató que la patota rompió a los tiros el portón de ingreso de la casa a las dos de la mañana y entraron tres represores: uno vestido de fajina verde militar que retuvo a ella y su hermana, otro de ropa policial que dijo “no toquen a las chicas” y un tercero con equipo deportivo que secuestró a su padre y a quien señaló como el “Indio” Castillo. Además de realizar robos de distintas pertenencias de la familia, los represores desarmaron el teléfono para que no pudieran denunciar el hecho. Afirmó que posteriormente se acercó un móvil de la Comisaría 2da, y desde la dependencia no levantaron huellas del operativo pese a que las había en cantidad.
Además contó que su madre recibió amenazas de no investigar el hecho “porque les matamos a las chicas” y que tiempo después recibieron un sobre con una postal intimidatoria de la Triple A que les daba el pésame por el asesinato de su madre. Por ello la familia no hizo averiguaciones del caso sino hasta entrada la democracia.
Domínguez relató que el reconocimiento del cadáver de su padre, asesinado con 37 disparos al costado de la ruta 20 entre Vieytes y Magdalena, lo reconoció un allegado al padre por su trabajo de jefe de planta en la compañía telefónica de la época.
Agregó que en 2007 ella hizo contacto con Roberto Fiandor, también trabajador del hipódromo y secuestrado la misma noche que Domínguez  aunque logró escapar, para comenzar a buscar justicia por su padre.
Así supo que en la Comisaría 8va se había encontrado una máquina de escribir con sus iniciales que había recibido como regalo de 15 años, fue robada la noche del operativo de su casa y que había sido secuestrada en la casa de Castillo cuando la patota de la CNU fue detenida.
“A mi padre lo asesinaron por ser gremialista de alma” afirmó la testigo: “tenía inmunidad gremial, pero igual lo echaron y lo asesinaron”. Dijo que en un episodio de fines del ’75 en que su padre caminaba con su madre por el centro de La Plata fue levantado por una patota que lo llevó al despacho del gobernador Victorio Calabró y le dijeron “levantá la huelga porque te hago boleta”. Domínguez era secretario general de la Agremiación de Empleados por Reunión, trabajadores que realizaban la señalización en el hipódromo y percibían sueldos más bajos que otras categorías. Desde el año ’75 no vivía en su casa por las amenazas recibidas. Por esa época los trabajadores del Hipódromo platense se hallaban en conflicto por salarios y habían acordado una huelga. Luego del asesinato de Domínguez fueron  secuestrados y asesinados Eduardo Julio Giaccio, Ernesto David Rojas y los hermanos Oscar Gerardo y Raúl Alberto Arabel, estudiantes universitarios y activistas gremiales en el Hipódromo. Por nuevas defecciones de la justicia sus casos no forman parte de este juicio.
La hija de Domínguez apuntó que la familia le costó mucho rehacer su vida después de asesinato de su padre, y que tuvieron que luchar mucho tiempo para conseguir la pensión por el dirigente asesinado, que había sido echado de su trabajo. “Quiero justicia por mi padre. Voy a seguir hasta las últimas consecuencias. Se lo prometí cuando lo enterré”, finalizó.
Al concluir la audiencia el abogado de Castillo manifestó que el asesino quería ampliar su indagatoria, pero el tribunal sugirió que se haga en otra audiencia ya que esta se había extendido por más de cinco horas.

LAS AUDIENCIAS CONTINÚAN EL LUNES 22 DE MAYO A LAS 10HS EN LOS TRIBUNALES FEDERALES DE 8 Y 51. PARA PRESENCIARLAS SOLO SE NECESITA SER MAYOR DE EDAD Y PRESENTAR DNI.

Votar esta anotación en Bitácoras.com